Explotó un martes...algo que ya estaba planificado desde hacía
meses. Escogió aquel día por ser trece, por darle a él, donde más le dolía, quería
herirlo todo lo que pudiera, y sabiendo que era supersticioso, aquel sería su
regalo de despedida. Se quería ir del grupo, pues se iría para siempre. Así,
cuando él arrancó el coche, aquel martes trece, voló por los aires y desapareció
para siempre.
miércoles, 28 de octubre de 2015
martes, 20 de octubre de 2015
Un martes me despedí de ti
No quise que vieras como aquel adiós me dolía,
no quise que vieras como asomaban las lágrimas a mis ojos,
no quise que vieras lágrimas
derramadas por ti,
no quise, porque no serían las últimas,
serían las primeras de muchas.
domingo, 30 de agosto de 2015
¿Por qué escribo?
¿Por qué escribo?
No lo sé. Lo pienso y no sé contestar.
En ocasiones, mis amigos y conocidos me dicen, “no dejes de
escribir, que lo haces muy bien.”
Y yo me pregunto ¿pero, han leído lo que yo escribo? ¿están
en lo cierto? ¿me lo dicen por quedar bien? e infinidad de preguntas que se agolpan en mi cabeza en un momento.
Entonces, te llega, como un golpe de calor desde dentro, y
piensas: pues igual...lo hago bien, a lo mejor...no soy tan mala como yo
pensaba, quizás...tengan razón, tengo que ponerme a escribir enseguida, en cuanto
llegue a casa, me voy a sentar delante del ordenador y ponerme a escribir como
una loca, y tu autoestima en un momento, está por las nubes.
Pero llegar a casa, y
sentarte delante del monitor e intentar escribir algo coherente, algo bonito,
algo que te salga del alma, eso ya es otra historia, porque yo, la verdad que
solo escribo cuando estoy inspirada o mi musa revolotea por encima de mí. Lo
más probable es que eso sea un error, pero la hoja en blanco, la verdad...es
que da miedo y quizás por eso nunca me pongo delante de ella sin tener claro al
menos la primera palabra que quiero
escribir.
¿Debería cambiar mis hábitos? Probablemente si, pero posiblemente no.
martes, 21 de julio de 2015
Aquel martes no pudo dormir...
Aquel martes no pudo
dormir, el calor en la habitación era sofocante, la madera acumulaba el calor
de todo el día. El ventilador del techo era insuficinete para ella, no estaba
acostumbrada a esos calores infernales. Lo tenía claro, al día siguiente haría
las maletas y se marcharía para no volver. El amor que sentía por él no era lo
suficientemente fuerte para aguantar así días y noches.
domingo, 19 de julio de 2015
La cueva del gatillo
Aquí tenéis el relato publicado este año en el libro de fiestas de Nuestra Señora del Rosario de Luarca
La cueva del gatillo
─Abuela, abuela, cuéntame la
historia de la cueva del muelle ─le pedía Pedro a su abuela Chari.
─Pero si ya la sabes de memoria
Pedro ─le contestaba su abuela cada día.
─Ya, ya, pero me gusta escucharla
abu, venga, venga por favor ─le pedía Pedro con sus manos juntas con un gesto
de ruego.
─Está bien, siéntate a mi lado anda
─le contestaba su abuela sonriente.
Hace algunos años, cuando yo era
una mocita, en vísperas del Rosario, mi madre, bueno, y todas las mamás estaban
en pleno apogeo en todas las casas preparándolo todo para la celebrar la fiestas.
Aquel día, había un sol
deslumbrante y sin una sola nube en todo el cielo.
Mis amigas y yo queríamos ir a la
playa, pero, claro, nuestras madres estaban muy atareadas y no querían llevarnos,
y por primera vez las convencimos para que nos dejaran ir solas.
Así que, después de comer, nos
juntamos las cuatro donde siempre, ya sabes, donde está el edificio ese nuevo,
que antes había una plazoleta.
─Sí, si abuela ya sé ─ le dijo
Pedro.
Cuando estuvimos todas nos
dirigimos a la playa. Íbamos muy contentas, era la primera vez que estaríamos
solas en la playa, ¡ya éramos mayores!
Tomamos el sol, jugamos a las palas
y nos bañamos. Lo estábamos pasando genial.
Después de merendar, se acercaron
unos chicos y se presentaron. Eran veraneantes, de Madrid, ya los conocíamos de
otros años.
Querían que fuéramos con ellos al
muelle a bañarnos, nosotras al principio dijimos que no, pero...al
final...fuimos.
Al llegar, dejamos todas las cosas
junto al faro. Nos tiramos y estuvimos nadando hasta que nos cansamos.
Nos acercamos a la zona donde ahora
llega el paseo, y empezamos a caminar por entre las rocas, La marea estaba
bajísima y descubrimos un hueco en una zona de las rocas que por lo general
estaba cubierta de agua, y...nos metimos.
¡Una cueva! Pedro, descubrimos la
cueva del gallito así la llaman. Empezamos a caminar hacia dentro, despacio,
con mecheros que llevaban ellos para alumbrar un poco el camino. Nosotras
estábamos un poco cagadas de miedo pero no queríamos que ellos lo supieran.
Nos fuimos adentrando en la cueva y
llegamos a un punto en el que había dos caminos. Decidimos seguir por la
derecha, estaba más elevado, quizás lo escogimos por eso. El suelo al cabo de
un rato estaba más liso.
Cada vez hacía más frío y nosotras
queríamos dar la vuelta, pero los
mecheros eran de los chicos y ellos querían seguir, así que nos tuvimos que aguantar.
Llegamos a un punto en el que no
había más camino.
Por fin podremos volver ─dijo Paqui
─aquí ya no hay nada más.
─Sí ─dijo Sito ─esto se terminó,
habrá que volver.
Al salir de aquella especie de
sala, el suelo estaba mojado. Y a medida que avanzábamos había más agua en el
suelo.
Nos costaba más trabajo caminar, el
agua nos llegaba a las rodillas.
─Está subiendo la marea ─ dijo
Blanqui preocupada.
─Igual no podemos salir ─comentó
Paqui nerviosa.
─¿Qué hacemos? ─preguntó Juani.
─Habrá que intentar salir ─dijeron
los chicos muy tranquilos.
Seguimos el camino, cada vez con
más dificultad, poco a poco el agua nos cubría más.
Al llegar a la bifurcación de los
caminos, ya no se podía caminar.
─¡Estamos atrapados hasta que baje
la marea! ─dijo Paqui llorando.
Decidimos dar la vuelta, con la
pequeña esperanza que el agua no llegara al fondo de la cueva.
Una vez en la antesala, nos
sentamos, estábamos agotados, hambrientos y “muertos de miedo”
Falito se puso a escalar por la
antesala, como si fuese a encontrar una salida. No encontró ninguna, pero si un
hueco en el que nos podíamos meter todos. Y subimos al que sería nuestro
refugio.
Hacía frío, teníamos hambre, aunque
lo peor, era el miedo que teníamos a la bronca que nos iba a caer.
Poco a poco fuimos sucumbiendo al
sueño.
De repente, escuché mi nombre y me
desperté. Creí que estaba soñando, pero cuando abrí los ojos los vi. Abajo
estaban Pepín y Manolo los vecinos de Blanqui.
Nos pusimos contentísimos, bajamos de
nuestro pequeño refugio, y así logramos salir de la cueva.
Nuestros padres estaban tan
contentos por habernos encontrado ilesos que no nos riñeron, pero aprendimos
bien la lección.
Y esa es mi aventura de juventud.
─Hala Pedro, ve a jugar con tus
amigos, pero no te metas en las cuevas ─le dijo su abuela riendo.
martes, 7 de julio de 2015
Aquel martes lo supo
Aquel martes lo supo.
Supo que todo había terminado
con sólo mirarle a los ojos.
Su mirada no era la misma, ya no la miraba igual
que hacía algunos años.
Sin explicaciones, él, se fue. Se fue, para no volver. Y ella, lo supo enseguida.
Y aunque le dijo adiós, ella deseaba que fuera, un
hasta luego.
martes, 30 de junio de 2015
Se conocieron un martes...
Se conocieron un martes, era un martes cualquiera, de
un mes indiferente, de un año como otros pasados. Pero...aquel martes, ya quedó
marcado para siempre en sus vidas. Y ahora, cada martes, es una fiesta, porque
cada martes tienen una cita. Y de esa cita, cada martes, surge un pequeño
micro, bueno o malo, pero así es cada martes. Como hoy, que hoy es martes.
miércoles, 10 de junio de 2015
RAMIRA LA HORMIGA
Un cuento que tiene ya tiempo, publicado en el libro de fiestas de Almuña en 2012
RAMIRA LA HORMIGA
La hormiguita Ramira
quiere ir a otro lugar
porque está cansada
de tanto trabajar.
Su amiga Carmina le dice:
“Allá donde vayas
tendrás que recolectar
para así poder
el invierno pasar”
Pero ella insistente
un día se va,
caminando despacito
hacia otro lugar.
De repente, todo se oscurece
y al mirar hacia arriba
una figura enorme aparece.
Asustada la hormiga
se pone a llorar
y el niño que la mira
le empieza a cantar:
-Hormiguita, hormiguita
no te vayas de mi casita
porque te quiero yo poner
un lacito y un alfiler.
Ramira al oír el canto del niño
se tranquilizó
porque cuenta se dio
que él quería ser su amigo.
Pedrito cogió a Ramira
le dio un besín
y la puso en una cajita
donde le daba su comidita.
Y así la hormiguita Ramira
dejó de trabajar
porque se hizo amiga
de un niño muy especial.
martes, 2 de junio de 2015
Había una vez...
Un micro que escribí para participar en un concurso, al final, no lo envié.
Buscó y buscó escritores que quisieran convertir su sueño
realidad, pero no encontró a nadie que quisiera hacerlo.
Un día, acudió a un colegio. Allí, conoció a una niña muy
inquieta, muy soñadora, y gran inventora de historias.
Se metió en su
mochila y esperó.
Ana, cuando llegó a casa, se puso a revolver en la mochila
buscando el estuche para hacer los deberes y encontró aquella libreta. Al
abrirla, vio que había unas palabras impresas en ella:
CONVIÉRTEME EN UN CUENTO. GRACIAS.
Ana no tardó ni cinco minutos en ponerse a escribir en
aquella libreta. Y sin darse cuenta escribió el cuento más bonito que pudiera
inventarse una niña.
Y la pequeña libreta, por fin, vio cumplido su sueño...ser
un cuento.
miércoles, 27 de mayo de 2015
Aquel martes te maté...
Aquel martes te maté, poquito a poco. Lo hice a través
de mis labios, con un primer beso tímido y pausado, luego llegaron más y más. Y
lentamente te fui matando de amor y de pasión.
martes, 19 de mayo de 2015
El martes del revés
Empecé el martes del revés.....apoltronada en el sofá, con
el pijama marrón de lunares blancos; leyendo las últimas páginas del libro de
cubierta gris y letras doradas. Ese libro, que a veces vuelve a mis manos para
despertar en mí, otra vez, el placer por la buena poesía.
domingo, 3 de mayo de 2015
Dedicatoria a todas las madres
Dedicatoria a
todas las madres
Madre, no es la persona que te dio la vida, es la que da la suya por
ti.
Madre es la persona que te quiere, que te cuida, que te mima, que te
riñe,
que te ayuda, que te frena, que te empuja.
Madre eres tú, por tu valentía, por tu corazón, por tu sacrificio, por
tu esfuerzo, por tu cariño, por tu alegría. Por tus sonrisas espontáneas, por
el orgullo que sientes por tus hijos, tengan tres o treinta años, porque ya se
sabe, que para una madre, sus hijos siempre serán sus niños.
Madre, soy yo, la mía y la tuya. Y no hace falta ni una cicatriz en el
vientre, ni horas con dolores para demostrarlo.
Porque están las madres que dan a luz, y las que te dan la luz.
jueves, 30 de abril de 2015
ALMA SOÑADORA
Yo no soy poeta, replico.
Entonces ¿qué eres?
Soy una pluma sin tinta
soy un boli sin carga
soy lo que tú quieres que sea
en esta carta que te habla.
Soy el fuego sin llama
soy la lluvia que no empapa
solo soy un alma más
que vaga por tu mirada.
kristin martínez
domingo, 19 de abril de 2015
Un consuelo, una locura
Hace mucho que no publico nada. Ahí va un relato cortito.
─¿Puedes dejar de llorar un
momento?
─No, no puedo.
─Pues debes hacerlo. Necesitas
reírte.
─¿Cómo quieres que me ría, si mi
amor se ha ido?
─Pues recuerda lo bueno, no pienses
en lo malo.
─¡¡Qué fácil es hablar!!
─Pues llora entonces, ¿qué quieres
que te diga?
─¿Eres mi amigo no? tu sabrás lo
que debes decirme.
─¡No hay Dios quien te entienda!
─Pues estamos guapos si tú no me
entiendes.
─A ver, no te enfades conmigo que
yo no soy el culpable.
─Es que me pones nerviosa.
─Pues relájate, coge una toalla,
nos vamos.
─¿A dónde?
─A la playa.
─¿Estás loco? ¡Son las doce de la
noche!.
─¿Y? Vamos.
─¿Para qué necesito una toalla?
─Calla anda, coge la toalla y
vayámonos antes que me arrepienta.
Salieron de casa de Laura, y decidieron
acercarse caminando, hacía una noche estupenda.
A los veinte minutos Laura y Pablo
habían llegado a la playa. Bajaron las escaleras que les llevaría a la arena.
Laura no salía de su asombro y aunque conocía a Pablo más que a nadie no tenía
ni idea de lo que iba a proponerle.
─Y ahora ¿qué?
─Pues ahora nos quitamos la ropa y
nos damos un chapuzón.
─Pero bueno, ¿tú te has fumado algo
hoy o qué?
─Venga, no seas mojigata, que a
estas alturas de la vida no nos vamos a asustar.
─¿Cómo me voy a poner en pelotas
delante de ti?
─¿Que te da vergüenza? No voy a ver
nada del otro mundo. Tú para mi solo eres una amiga no voy a mirar tu cuerpo
como lo haría cualquier tío, y tu tampoco me vas a mirar a mi. ¿Verdad?
Pablo se quitó la ropa en un
segundo. Puso los brazos en jarras esperando a que Laura hiciera lo mismo.
A pesar de no estar convencida, también
se desnudó.
Y con los brazos en jarras le dijo:
─¿Y ahora?
─Dame la mano.
Se cogieron de la mano y empezaron
a correr desnudos por la arena.
─Grita bien alto,
CABROOOOOOONNNNNNN.
─CABROOOOOOOOOOOOONNNNNNNNNNN.
Se dirigieron al agua y se metieron
en ella sin pensarlo dos veces, nadaron un poco, hicieron el pino, la
voltereta, se rieron....
─Vamos, que se va notando el frío.
Cogidos de la mano salieron del
agua. Se envolvieron en las toallas.
Laura empezó a reírse a carcajadas.
─¿De qué te ríes?
Perdóname Pablo pero pareces una
campana.
─Capulla. Ven aquí.
Pablo abrazó muy fuerte a Laura.
─¿Ya estás mejor?
─Sí gracias. Eres un sol.
─Para eso están los amigos ¿no?
─Te quiero mucho Pablo, no cambies
nunca. Siempre me haces reír, hasta lo consigues en los peores momentos de mi
vida.
─Si te pones así volvemos al agua
¿eh? y encima ya miraré yo bien a ver que pareces tú desnuda.
Kristin Martínez
Kristin Martínez
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