Cuento publicado en el libro de fiestas de Nuestra Señora del Rosario 2014
LA HISTORIA DE PEPE “EL BELLO”
Esta historia seguro que no la conocéis,
sucedió hace mucho tiempo.
El domingo Pepe “el bello” como no
podía salir al mar en su lancha, fue a la cetárea con su caña a pescar.
Al llegar a la piscina divisó algo
en la arena, le pareció ver a una persona. A medida que se iba acercando se
sentía más confundido, lo que contemplaba era sorprendente. Una sirena estaba
varada en la arena ¡Pero si no existen! pensaba Pepe.
Se acercó con cuidado,
arrodillándose en la arena a su lado. No se movía. Una larga melena rubia le cubría
la cara, apartó un poco el pelo y se quedó prendado con su belleza.
Su corazón empezó a palpitar con
fuerza, su respiración era cada vez más agitada, no sabía qué hacer.
De repente, se le ocurrió que podía
necesitar agua. Dejó su caña y demás enseres al lado de la sirena y se dirigió
a la orilla con el cubo que siempre lleva a pescar.
Recogió agua, regresó a su
lado y mojando su mano fue pasándole
poco a poco por la cola. Enseguida empezó a moverse y cuando abrió los ojos se
asustó echándose atrás, era la primera vez que veía a un humano.
─Tranquila, no te voy a hacer nada
─le dijo Pepe, intentando calmarla.
─Aaaaa Aaaaaa Aaaaaaa ─cantó ella
con su voz melodiosa.
─Claro no me entiendes, no pasa
nada, si quieres te llevo hasta el agua ─le dijo Pepe señalando hacia el mar.
Ella le entendió y le dijo que si
con la cabeza.
Pepe la cogió en brazos y la llevó
al mar.
Cuando ya estaba a la altura de la
cintura la sirena empezó a moverse y él la bajó despacio sin dejar de mirarla.
No quería soltarla, no quería dejarla ir.
La sirena lo miró a los ojos y
empezó a hablar en su idioma. Pepe no entendía nada, pero estaba hechizado, esa
voz tan dulce...
─Ooooooo, Oooooo, Ooooo, ooooo
─cantaba la sirena mientras se despedía levantando la mano.
Después de desaparecer la sirena en
el mar, Pepe se quedó clavado en el agua sin moverse durante diez minutos. “No
hay mujer más hermosa en tierra, ¡quién fuera pez como ella! disfrutaría del
mar para siempre” pensaba Pepe mientras salía del agua.
Se marchó a casa hipnotizado por la
sirena.
Su vecina Manolita le preguntó:
─¿Qué te pasa “bello”?
─¿Por qué me lo preguntas?
─Hombre, hace una hora que te
fuiste a pescar ya estás de vuelta y no traes ni cubo, ni caña, ni nada.
─Nada Manolita, nada, que me acordé
que había dejado la comida en el fuego y vine a apagarla, y lo dejé todo en la cetárea.
Pepe no sabía qué hacer, no tenía
ganas de nada, no sabía que le pasaba.
Al día siguiente salió como siempre
con su lancha. Estaba preparando las redes, cuando se asomó por la borda la
sirena.
Sorprendido, la miró con dulzura y
le dijo: “¡Hola!”
La sirena le cogió del brazo y lo
acercó a ella. Él no se resistió y dejó que le diera un beso.
─¿Cómo te llamas sirena? ─le
pregutó sin esperanza de entender lo que ella dijera.
─Me llamo Perla ─le contestó la
sirena.
Pepe se sorprendió mucho al
entenderla y ella se dio cuenta y le explicó.
─Es por el beso, ahora entiendes
todo lo que yo diga y también lo que digan todas las criaturas del mar, bueno
hasta que se pase el efecto.
─¡Ah, qué bueno!
─¿Quieres venir conmigo al fondo
del mar?
─No tengo botellas de oxígeno aquí,
no creo...
─Tranquilo, no te harán falta.
─¿Cómo...?
La sirena lo tiró al agua y una vez
dentro le sopló en la nariz y así Pepe pudo respirar en el agua.
Dieron un paseo por el fondo del
mar. Pepe estaba alucinado con su belleza y le dijo a la sirena.
─No me importaría quedarme aquí
para siempre.
Puedes hacerlo si quieres le
respondió Perla.
─¿Si? me encantaría vivir aquí
contigo.
─Ven, vamos a ver a Neptuno.
Se dirigieron al castillo del rey y
hablaron con él. Neptuno se oponía, pero Perla y Pepe estaban tan seguros que
al final accedió, aunque le dijo a Pepe que si hacía algo malo contra ellos, lo
pagaría con su vida.
Neptuno dirigió su tridente a Pepe
y lo convirtió en sireno y nunca más
regresó a su casa en tierra.
Dicen, que todos los años por el
Rosario, está vigilando lo que hace la gente del pueblo, escondido en la cueva,
es lo único que añora de tierra, pasear a su virgen por el mar. Y si prestáis
atención seguro lo oiréis cantar.
María Cristina Martínez García